Mi nombre es Yoris Esther Piñate Castillo, tengo 63 años y soy madre de dos personas maravillosas.
Mi mayor influencia e inspiración desde niña fue mi padre, que me repetía constantemente: “Tienes que estudiar, prepararte y destacar. Primero consigue un título universitario y luego el novio”. Estas palabras me atraparon y se convirtieron en una especie de mantra: Primero el título, luego el novio. Así que me dediqué a estudiar y a disfrutar de cada momento de mi etapa infantil en la que, después de repasar la clase y hacer los deberes, podía jugar en la calle con los niños vecinos.

En mi etapa adolescente continué mis estudios de bachillerato, mientras me encantaba escuchar música y bailar. Mi padre me compraba todos los discos que me gustaban, e incluso me construyó una habitación para que pudiera pasar tiempo con mis amigos escuchando música y bailando. Esto tenía una doble finalidad, la primera para complacerme con la música y el baile; la segunda, como no me dejaba salir mucho, me mantenía en casa cuando no tenía clase y así mis amigos podían visitarme en lugar de ir a sus casas. Fue muy ingenioso por su parte.
Entrar en el Colegio Universitario donde obtuve mi primer título fue como entrar en un mundo nuevo. Empecé los cursos por la mañana, donde todos éramos jóvenes intentando ser adultos. Cuando pasé a las clases nocturnas el mundo se amplió, pues conocí a hombres y mujeres que trabajaban de día y estudiaban de noche, unos para pagarse los estudios y otros para mantener a sus familias. Por mi parte, me pasaba el día leyendo o escuchando música, pues mi padre aún no me permitía trabajar “hasta que tuviera un título universitario”.
Soy Técnico Superior Universitario en Administración de Hidrocarburos, lo que me permitió entrar muy joven en la industria petrolera de Venezuela (mi país natal). También soy licenciada en Administración de Recursos Materiales y Financieros, lo que me ayudó a hacer carrera dentro de la industria petrolera con puestos cada vez más elevados en una empresa donde las mujeres eran tradicionalmente recepcionistas o secretarias. Al no estar más preparadas académicamente, las demás mujeres no podían aspirar a puestos mejores que los que ocupaban, ya que los puestos más altos estaban ocupados sólo por hombres.
Me considero una mujer empoderada gracias a la frase de mi padre, que obedecí. En mi carrera obtuve reconocimiento, excelentes evaluaciones, aumentos salariales y formación constante en la búsqueda de la excelencia. En mi vida personal, me gustaba un chico, me quedé embarazada y fue mi decisión absoluta tener a mi hijo, porque ya tenía una profesión y un trabajo que me permitirían mantenerlo sin depender de otra persona. Poco después de casarme, mi trabajo me obligó a trasladarme a otra ciudad. Conseguí comprar mi primer apartamento, aunque debo decir que mi marido no era el mejor trabajador del mundo. Esto realmente no me importaba mucho, ya que ganaba lo suficiente y estaba centrada en destacar en el trabajo y en la mejor educación para mi hijo.
Cuando falleció mi padre, sólo podía pensar en lo mucho que había progresado profesional y personalmente gracias a él. Hoy, si me encontrara con mi yo adolescente, le diría “Escucha y obedece, vengo del futuro y la frase de tu padre te ayudará a conseguir tus objetivos y a vivir bien”.
Las mujeres tenemos que aprender a decir no a lo que no nos ofrece bienestar futuro. Amo a los hombres, los admiro y muchos se han ganado mi respeto, pero pensar en ellos como la meta o como alguien que nos mantenga económicamente, es absolutamente erróneo. Debemos amar, prepararnos, educarnos y enfocarnos en ser independientes, no solo con carreras universitarias porque no es una opción para todas, pero si aprender un oficio que nos permita ser libres para tomar cualquier decisión en nuestra forma de vida, nuestro mantra debe ser “Quiero ser…”