COVID-19 ha sido implacable con nuestra salud, con nuestra economía, con nuestra forma natural de socializar, incluso con nuestras pequeñas banalidades cotidianas, como salir a tomar algo a la tienda de la esquina. Esto es algo que hoy aprendemos a valorar. También experimentamos este impacto a cada momento desde nuestra vida cotidiana y desde nuestra diversa forma de sentir y estar en el mundo como mujeres.

Los métodos que hemos adoptado como sociedad para afrontar esta crisis, nos han traído una serie de dificultades que alteran nuestra salud y equilibrio físico, emocional y mental. El aislamiento preventivo y el distanciamiento social y el encuentro con sentimientos de incertidumbre, miedo y vulnerabilidad hacen del hogar un posible escenario de tensión y altamente estresante para todos sus miembros, y para nosotras las mujeres, especialmente en aquellos periodos en los que, de forma natural, somos más receptivas y sensibles a los estímulos externos. Más aún, cuando ha aumentado increíblemente la sobrecarga de responsabilidades relacionadas con los roles comúnmente asignados a las mujeres: asumir con mayor frecuencia las tareas domésticas y de cuidado. Esto, en las circunstancias actuales, se traduce en un aumento de tiempo, recursos y energía orientados a las tareas domésticas que, debido al cierre de centros educativos y a la adopción del teletrabajo, conviven en muchos casos y simultáneamente con responsabilidades en el ámbito laboral y académico. En otras palabras, ahora más que nunca se mezclan el trabajo doméstico, el trabajo profesional, la educación y el cuidado de los mayores o los más jóvenes.
Todo esto representa un escenario complejo, y la tensión puede llevarnos al límite de nuestras posibilidades, e incluso diezmar nuestra capacidad de gestionar positivamente nuestras emociones para cumplir plenamente las expectativas y responsabilidades impuestas desde el exterior.
¿Qué podemos hacer al respecto?
- Podemos promover y practicar el autocuidado. Es importante reconocer y aceptar cualquiera de esas emociones o sentimientos que surgen en esta situación; dejarlos ser y, lo que es más importante, dejarlos ir… Observarlos y entenderlos tal vez como indicadores de que estamos desfasados con respecto a nuestras propias necesidades y prioridades.
Escribir nuestros pensamientos y sentimientos delante de algo concreto es un ejercicio que, además de ser liberador y relajante, puede ayudarnos a reconocer nuestras emociones y potenciar la creatividad. Incluso puede ayudarnos a encontrar soluciones para esa situación concreta.

- Generar, en la medida de lo posible, espacios de diálogo, cooperación y corresponsabilidad con los miembros del hogar, en relación con las tareas domésticas o con las nuevas circunstancias que puedan surgir debido a la situación. Podemos compartir pensamientos, miedos y expectativas, o simplemente expresar nuestro apoyo con una palabra de ánimo o un abrazo.
- Reivindica nuestro derecho a reconocer y expresar nuestros límites. Si sientes que la situación te supera, no dudes en pedir ayuda. Ya lo mencionamos en el anterior lo volvemos a expresar ahora, porque creemos en el poder del apoyo mutuo y del contacto con nuestra comunidad; conecta con nuestras redes de apoyo en amigos, familiares o allegados, busca grupos de tu interés o contacta con nuestra comunidad. Seguramente encontraremos personas con situaciones o historias de vida similares en las que encontraremos apoyo, consejos y conocimientos que ampliarán nuestra perspectiva.
- Tómate un descanso de las redes sociales y de las noticias.
Es una estrategia que puede disminuir mucho nuestros niveles de ansiedad y estrés; la exposición constante a estímulos visuales y la saturación de información (negativa, en general) nos hará estar en un estado de alerta y miedo prolongado. Podemos invertir este tiempo en hacer una videollamada a alguien que estimemos; hacer ejercicio o alguna manualidad, incluso podemos integrar al resto de la familia si se anima.

- Practicar el liderazgo y la solidaridad entre mujeres
La situación actual, aunque compleja, también es un momento fantástico para redescubrirnos, conectar con nuestro cuerpo, nuestras emociones y también entre nosotros; retomar nuestras aficiones o reforzar nuestras habilidades. Quizás lo que ocurra es que nos enfrentemos a tal nivel de estrés y encontremos apoyo en compañeros que pasan por lo mismo, o quizás nos demos cuenta de que, en medio de la crisis, tenemos creatividad y capacidades suficientes para crear espacios de participación, apoyo y solidaridad. entre las mujeres que nos rodean, convirtiéndonos en agentes de impacto positivo en nuestro entorno a través de acciones tan cotidianas como son las charlas en grupos de WhatsApp, la creación de grupos de interés en las redes sociales o esas tertulias entre vecinas donde se comparten sentimientos, experiencias y consejos de esa sabiduría popular que hacen la vida más agradable y los problemas más llevaderos. En escenarios como éste, implícitamente nos descubrimos a nosotros mismos, nos apoyamos mutuamente y nos celebramos como iguales y, al mismo tiempo, increíblemente diversos.