He intentado escribir esta historia al menos tres veces, cada vez buscando las palabras exactas para hacerles sentir lo que yo sentía y después de no encontrar la manera perfecta decidí hacerlo de la forma más honesta, una demostración de que todos los intentos te llevarán a encontrar el camino correcto. Esta ha sido realmente la forma en que he construido mi vida hasta hoy.

Creo que he trabajado desde los 13 años, claro que mis padres ya estaban separados, pero no ausentes y siempre procuraron inculcarme el valor del trabajo. Les agradezco haberme dado las bases para ser una mujer independiente, lo que luego me causó inconvenientes en cuanto a la apertura emocional porque creía que yo sola podía con todo, pero bueno, ese es otro tema para otro día. Recuerdo con cariño mi primer trabajo… mi abuela era mi socia comercial, resulta que Doña Amantina buscaba una ampliación de mercado y ahí entré yo a formar parte de su negocio de venta por catálogo. Era gestora comercial (CSO), ofrecía lociones y cremas a cada amiga de mi madre que se cruzaba en mi camino, o a todo el mundo en el edificio donde trabajaba mi padre, desde el portero hasta los jefes de la empresa, no podía estarme quieta.
Pasó el tiempo y ya cerca de la graduación, lo primero que te preguntan es: ¿qué harás el resto de tu vida? vida, vida, vida, como un eco que permanece en la cabeza. Los padres tienen muchas expectativas, como debe ser, pero en mi caso, no fueron sólo mis padres, soy la primera de muchos nietos y el orgullo de mis abuelos resuena en mi cabeza diciendo que sería la primera de la familia en tener un título profesional. Pero… ¿Cómo definir qué hacer el resto de mi vida cuando acababa de definir quién era como persona?